sábado, 3 de noviembre de 2012

En el tanatorio : no todos los muertos están en la caja

Hace unos días estuve en el tanatorio acompañando a una conocida de mi pueblo. Había muerto su madre. Su madre, una mujer de carácter, o más bien cabezota, que dirían otros.

Entre las cosas que contaba la hija sobre su relación con ella estaba que nunca en su vida le había dicho que no a su madre, todo lo más : espera un poco. Y yo al oírla no pude distinguir si lo decía enorgulleciéndose o con un cierto deje de impotencia. De hecho, confesó que se sentía un poco culpable de que su madre hubiese muerto en una residencia y no en su casa porque ella le había pedido que se quedara todavía algunos días más hasta que estuviera más repuesta de una caída que había tenido. La verdad es que la madre murió sin que nadie lo esperase y en cuestión de 5 minutos.




Y cuando seguimos la conversación, había por allí más gente que intervenía recordando historias de la familia, en un cierto momento comentó que ella había perdido la ilusión por muchas cosas. Nos contó que cuando era jovencita estaba emocionada con la idea de cumplir 18 años para poder ponerse medias de cristal y pintarse los labios pero que cuando llegó ese día su padre le dijo que de eso nada, y ella, que era muy obediente, siguió con los calcetines hasta la rodilla y sin maquillarse hasta que se casó. Así que nunca más volvió, como aquel que dice, a desear nada. Espero que ahora con 60 años sea capaz, por fin, de hacer de su capa un sayo.