Su verdadero nombre era Norma Jean Baker (o Norma Jean Mortenson, apellido de su padrastro) y había nacido el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles. Hija de Gladys Baker, quien nunca le comunicó la identidad de su padre, su primera infancia fue muy dura. Su madre la dejó en manos de un matrimonio amigo hasta que cumplió siete años; entonces se la llevó a vivir consigo. Pero un año más tarde Gladys fue internada en un sanatorio psiquiátrico en el que se le diagnosticó una esquizofrenia paranoide, enfermedad que luego Marilyn creería haber heredado, especialmente cuando era internada por sus frecuentes depresiones. Su infancia y adolescencia transcurrieron entre un orfanato (en el que ingresó a la edad de nueve años y donde trabajó como ayudante de cocina), la casa de sus abuelos y las de varias familias que la adoptaron. En una de estas casas de acogida sufrió al parecer abusos sexuales por parte del cabeza de familia cuando contaba ocho años.
Marcada por la ausencia de apoyo emocional y por la pobreza, a los 16 años, tras abandonar sus estudios, consiguió empleo en una planta de
construcción de aviones. En la misma fábrica conoció a un mecánico de 21
años, James Dougherty, con quien contrajo matrimonio el 19 de junio de
1942 y de quien se divorciaría cuatro años después.
Convertida en menos de un año en una de las estrellas más rutilantes del
firmamento cinematográfico hollywoodiense, el 14 de enero de 1954
contrajo matrimonio con el mítico jugador de béisbol Joe DiMaggio, uno
de los primeros deportistas estadounidenses cuya popularidad era
comparable a la de una estrella del cine. Se divorciaron a los 10 meses.
Pese a los éxitos profesionales que había obtenido en poco tiempo, su
vida personal no era precisamente satisfactoria. Además de su separación de DiMaggio, no cesaba de luchar para demostrar que era
algo más que una cara y una figura bonitas. Su arraigado complejo de nulidad intelectual,
seguramente causado por haber abandonado pronto los estudios, la llevó a acudir al prestigioso Actors
Studio neoyorquino para tomar clases con Lee Strasberg. Inducida por
Strasberg, estudió psicoanálisis con la finalidad de conocerse más a
sí misma y hacer aflorar su potencial interpretativo. Strasberg, un
hombre generoso, la trató como un padre y le ofreció intervenir en
sesiones teatrales del centro, protagonizando obras como Un tranvía llamado deseo, de Tenessee Williams, y Anna Christie,
de Eugene O´Neill. Estos detalles fueron objeto de burlas por parte de
ciertos ambientes de Hollywood que se obstinaban en verla como una
actriz cuyo único atributo valioso era el de despertar una irrefrenable
atracción en los hombres.
La presión habitual a la que se sometía a una gran estrella, el
menosprecio que sentía que le profesaban algunos profesionales de la
industria y el descontento consigo misma no tardaron en hacer mella en
Marilyn. Su comportamiento en los rodajes era cada día más problemático,
con frecuentes impuntualidades, excusas para intempestivas ausencias y
malas relaciones con actores y técnicos. Por esta época comenzó a ingresar en clínicas de descanso debido a las depresiones en que
cada vez con mayor frecuencia se veía sumida.
El 29 de junio de 1956 se casó con el
dramaturgo Arthur Miller, para lo que debió convertirse previamente al
judaísmo. Este enlace fue aún más sorprendente si cabe para el público y la
prensa que el que tuvo con Joe DiMaggio. Miller, escritor y dramaturgo serio,
proveniente de la élite intelectual judía, de posiciones ideológicas
abiertamente izquierdistas, se casaba con una mujer que supuestamente
era la antítesis: superficial, frívola, sin ideas propias y que aparecía
habitualmente en las portadas de la prensa amarilla. Y quienes le
auguraron lo peor, acertaron, ya que este tercer y último matrimonio fue
un nuevo fracaso personal. La desenfadada e ingenua Marilyn Monroe no
congenió con el exclusivo círculo de intelectuales neoyorquinos en que
se desenvolvía Miller, y a pesar de que no se divorciaron hasta enero de
1961, pronto se distanciaron de forma irremediable.
Los últimos meses de la vida de Marilyn presentan una serie de zonas
oscuras que probablemente nunca lleguen a esclarecerse, como su relación
con el entonces presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy,
que parece probado que fue de naturaleza íntima, o más tarde con el
hermano de éste, el senador Robert Kennedy, en la que algunos indicios
pueden hacer pensar que fue tan sólo de amistad. De cualquier modo, los
nombres de ambos aparecieron entonces y siguen apareciendo hoy en el
asunto de la muerte por suicidio de la actriz, que falleció el 5 de
agosto de 1962, a causa de una sobredosis de barbitúricos en su casa de
Brentwood, California. Tenía 36 años.
No era la primera vez que había ingerido una sobredosis de barbitúricos
combinada con alcohol : exactamente lo mismo había ocurrido en la
primavera del año anterior, poco después de la separación de Miller y
del estreno de Vidas rebeldes.
Vidas rebeldes (The Misfits, 1961), de John Huston y con guión
del aún marido de Marilyn, Arthur Miller, era un filme elegíaco, tocado
con la rara cualidad de lo irrepetible, que unía en la pantalla a tres
grandes actores, Clark Gable, Montgomery Clift y Marilyn Monroe, tres
estrellas que además estaban atravesando por distintos motivos unos
momentos personales especialmente delicados. Una historia de perdedores,
tan del gusto de Huston, que en un último crepúsculo encontrarán al
menos un lugar donde poder descansar y compartir sus experiencias con
alguien. Intensa y emotiva, quizá este papel fue el mejor regalo que
pudo hacer a Marilyn Arthur Miller, de quién se divorciaría poco
después, justo una semana antes del estreno
de Vidas rebeldes. Su sentida interpretación de la divorciada
Roslyn Taber, que encuentra un nuevo amor en el personaje que encarna
Gable, volvió a ser destacada en 1962 con un Globo de Oro.
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